"[...] leer es despojarse de todo objetivo y
de toda conclusión preconcebida, es estar dispuesto
a atrapar esa voz que suena cuando menos
se la espera"1.
"Un signo, o representamen, es aquello que representa algo para alguien, en algún aspecto o sentido. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de una persona un signo equivalente o quizá un signo más desarrollado. Al signo que se crea lo llamo interpretante del primer signo. El signo representa algo, su objeto. Representa al objeto, no en todos los sentidos, sino en referencia a un tipo de idea, que en algunos casos he llamado terreno (ground) de la representación"2
Así es como Peirce explica la relación que existe entre los tres vértices de la tríada de la semiosis. Eco, en The Role of the Reader, dedica un capítulo a explicar que en ésta y otras frases de Peirce podemos hallar el fundamento de la semiosis y la apertura de texto ilimitadas, a la que nos hemos referido en la unidad anterior.
En primer lugar, debemos entender qué es el significado para Peirce. De la cita mencionada podemos deducir que un objeto, dependiendo del punto de vista con que se observe -según el terreno (ground) en que se apoye la observación-, tiene diferentes interpretantes. Eco parece interesado en evitar el campo de la percepción individual con el fin de acceder a un contexto más amplio, en el que sea posible explicar por qué dos hablantes suelen entenderse, al menos parcialmente, a pesar de que su capacidad comunicativa se basa en elementos subjetivos. Así, afirma:
[...] el terreno es una idea en el sentido en que una idea puede atraparse durante el intercambio comunicativo entre dos intérpretes3.
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El interpretante es subjetivo, pero existe un uso pragmático de las palabras que, teniendo en cuenta la relación comunicativa real entre dos personas, se apoya en esa parte de los interpretantes que, presumiblemente, puede compartirse. El significado de un signo es nulo en sí mismo, pero sólo se convierte en algo en relación con la pragmática de la comunicación, sólo se convierte en algo en la traducción. El significado
[...] es, en su acepción primaria, la traducción de un signo a otro sistema de signos4. [...] el significado de un signo es el signo al que debe traducirse5.
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Por lo tanto, la tríada signo-interpretante-objeto no contempla la noción de "significado" mientras no se actualiza el proceso semiótico. El significado es algo empírico que puede deducirse de la actuación práctica de un proceso de significación, o mejor dicho, de muchos procesos de significación: algo semejante al resultado de un muestreo estadístico de los interpretantes relativos a un signo. Según Eco, el significado de una palabra puede representarse como una red de características referentes al término6.
Siguiendo con Peirce, la semiosis ilimitada parece ser una consecuencia estricta de la teoría semiótica, pero termina por asumir, en algunas de sus representaciones, el aspecto angustioso de la interminibilidad, no sólo del análisis del significado, sino también de la búsqueda de la comprensión, como en este pasaje:
El objeto de la representación no puede ser otro que una representación de la que la primera representación es el interpretante. Una serie infinita de representaciones, de la que cada una representa a la que está detrás, puede concebirse como limitada a un objeto absoluto. El significado de una representación no puede ser más que una representación. De hecho, no es más que la representación en sí que se concibe como despojada del ropaje innecesario. Sin embargo, dicho ropaje no se puede eliminar del todo; sólo puede cambiarse por otro más diáfano. Se trata, por lo tanto, de una regresión infinita. Por último, el interpretante no es más que otra representación a la que se transfiere la antorcha de la verdad y que, como representación, vuelve a tener su interpretante. He aquí otra serie infinita7.
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La metáfora del significado como un cuerpo desnudo, pero al que nunca es posible ver desnudo, en un strip-tease en que el aspecto tease (tormento, broma, burla) es mucho más importante que el de strip (desnudo), deja al lector frustrado e incómodo. Cada interpretación, cada percepción, es sólo un eslabón de la interminable cadena de un inacabable strip-tease, por muy transparentes que lleguen a ser las ropas que cubren al que se desnuda.
Comprensiblemente angustiado por una perspectiva tan infernal, Eco encuentra una solución, en forma de un interpretante energético. Según Eco, el interpretante suscitado por un objeto tiene, esencialmente, una naturaleza doble. Por un lado está el interpretante emotivo, del que hemos hablado siempre, que es el signo mental, el afecto que, en la mente de cada uno de nosotros, constituye el vínculo entre un objeto y un signo. Las interpretaciones, en el ámbito de los interpretantes afectivos, tienen consecuencias que permanecen en el campo de la interpretación y de la modificación de las interpretaciones, pero que no alteran el comportamiento.
Por otra parte, el "interpretante energético" es el que genera un cambio de hábito8. Cuando esta serie aparentemente infinita de representaciones de representaciones sale del contexto mental y penetra en el práctico, provocando un comportamiento distinto, "nuestra manera de actuar dentro del mundo cambia de manera transitoria o permanente"9. Esta nueva actitud, este aspecto pragmático, es el interpretante definitivo que pone punto final al desnudamiento perpetuo del significado proponiendo un resultado concreto al que aferrarse.
La semiosis ilimitada ha producido al menos un resultado práctico. Si traducimos este discurso a la práctica de la comunicación, de la lectura y de la traducción, podemos afirmar que el proceso semiótico tiene fin cuando el traductor elige un trasladante concreto, un texto que sustituye al prototexto. Sin embargo, sería ilusorio creer que se ha llegado al final:
[...] la acción repetida en respuesta a un signo dado se convierte a su vez en un nuevo signo, en la representación de una ley que interpreta al signo precedente y que da inicio a un nuevo proceso de interpretación10.
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Dicho de otro modo, el texto de traducción fija un final para la que sería, de otra manera, la semiosis ilimitada del prototexto, pero pone en marcha una nueva cadena de semiosis ilimitada basada en nuevos signos, nuevos textos y nuevas interpretaciones. Dejamos la conclusión a Eco:
La semiosis se explica por sí misma: esta circularidad continua es la condición normal de la significación y permite incluso que los procesos comunicativos utilicen signos para mencionar cosas y estados del mundo11.
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BIBLIOGRAFÍA
CALVINO I. Si una noche de invierno un viajero, Traducido por Esther Benítez, Madrid, Ediciones Siruela, 1999, ISBN 84-784-453-X.
ECO U. Lector in fabula. La cooperazione interpretativa nei testi narrativi, Milán, Bompiani, 1981, ISBN 88-452-1221-1. Primera edición, 1979.
ECO U. The Role of the Reader. Explorations in the Semiotics of Texts, Bloomington, Indiana University Press, 1995, ISBN 0-253-20318-X.
PEIRCE C. S. , a cargo de Charles Hartshorne, Paul Weiss y Arthur W. Burks, 8 vol., Cambridge (Massachusetts), Belknap, 1931-1966.
1 Calvino 1998, p. 239.
2 Peirce, vol. 2, p. 228.
3 Eco 1995, p. 183.
4 Peirce, vol. 4, p. 127.
5 Peirce, vol. 4, p. 132.
6 Eco 1995, p. 187.
7 Peirce, vol. 1, p. 339.
8 Eco 1995, p. 194.
9 Eco 1995, p. 194.
10 Eco 1995, p. 195.
11 Eco 1995, p. 198.