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24 - La traducción editorial

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"Llamaba la atención que no solo ella sino también la señorita Rosy y las otras damas de la casa aceptaran a todos los escritores que hubiesen publicado algo."1

En la categoría de la traducción editorial se enmarcan todas las traducciones solicitadas por editores y ejecutadas para ellos, con independencia del tipo de texto de que se trate. Las editoriales publican toda clase de géneros, desde literario hasta técnico, desde ensayos hasta textos periodísticos. ¿Qué tienen en común esas traducciones? El hecho de que se realizan para la industria editorial, que como han señalado muchos estudiosos, es un colosal sistema de poder2.

Mientras que en su relación con una empresa no editorial individual el traductor dispone de un margen de negociación bastante amplio, ya que las empresas generalmente no se constituyen como sistema ni red y establecen una relación bilateral con el traductor, los editores cuentan con un sistema compacto de reglas escritas y no escritas, frente al que el traductor, un elemento aislado y débil, no tiene poder de negociación alguno.

Las reglas. Los editores son muy rígidos en la aplicación de sus propias reglas de redacción. Dichas reglas, para colmo de la incoherencia, en muchos países varían de un editor a otro y no se ciñen a la normativa ISO (International Standards Organization) ni a los organismos nacionales de normalización. En el curso de mi experiencia profesional he ido acumulando los textos impresos con las reglas de las editoriales para las que trabajaba, y he constatado que se elaboraban según los gustos de cada directivo que ocupaba eventualmente la posición de responsabilidad, y que dichas normas cambiaban con bastante frecuencia.

Los contratos. Aunque la legislación de muchos países equipara la traducción a la escritura, rara vez los contratos se elaboran de acuerdo con este principio. En los países donde es obligatorio considerar la traducción editorial como cesión de los derechos de autor, los editores, para evitar el pago de grandes sumas en caso de un éxito de la obra, redactan contratos según los cuales al traductor se le abona una cantidad fija, con independencia de la cantidad de ejemplares vendidos.

Las tarifas. Dado que la demanda de traducciones a las editoriales es mucho mayor que la oferta, el precio de las traducciones está constantemente a la baja. En Italia, por citar un ejemplo, son miles quienes tienen como máxima aspiración trabajar para una editorial, pero los editores cubren apenas el 20% de todo el mercado de la traducción. Por lo tanto, los editores se aprovechan de la situación y no buscan los traductores de mayor calidad, salvo en algún caso de necesidad acuciante, dado que un buen traductor habrá conquistado una buena posición en el mercado e impondrá tarifas más elevadas; prefieren contratar a jóvenes principiantes que, ansiosos de iniciarse en la actividad, estarán dispuestos a trabajar casi gratis, y en algunos casos, de forma totalmente gratuita, para poder incluir ese trabajo como experiencia laboral en su currículum.

Textos. La esperanza íntima de cualquier traductor editorial es trabajar con textos interesantes. Esa debería ser la diferencia en comparación con el trabajo para empresas no editoriales o privadas. Casi todos los traductores editoriales son grandes lectores en la lengua de la que traducen, por lo que suelen sentir pasión por algunos autores extranjeros y el deseo de proponer su traducción a los editores para verlos publicados en su propio país. Esta es una de las principales ilusiones que vinculan a los traductores al mundo editorial. Sin embargo, en la mayoría de los casos los editores eligen los textos que les proponen los agentes editoriales.

Los agentes. He aquí otra diferencia entre el mundo editorial y el resto. Los agentes editoriales (a veces denominados erróneamente "agentes literarios", cuando en realidad se ocupan, mayormente, de la no ficción), en el caso de la traducción, obtienen beneficios por la intermediación económica entre un autor y un editor extranjero. Normalmente, la fortuna de un autor en otros países depende en gran parte de las decisiones de su agente. Cada agente representa a un número determinado de autores, muchas veces elevado, por lo que, inevitablemente, no puede dedicar todo su tiempo a la totalidad de los autores y se centra en los que considera más interesantes o que pueden resultarle más rentables. En ciertos países, como en Italia, las agencias editoriales internacionales son escasas, y por eso tanto los editores, como los traductores y los autores, deben cuidar su relación con ellos para asegurarse el éxito profesional.

Las redes de información editorial. Los editores disfrutan de muchas relaciones oficiales, a través de asociaciones profesionales y privadas, con las que intercambian información. El nombre de un traductor que ha mostrado buena calidad, conveniencia o velocidad puede correr de boca en boca, lo que le atraerá nuevos encargos de otros editores, del mismo modo que la mediocridad, supuesta o real, de un traductor puede difundirse para poner en guardia a los demás colegas.

Cláusulas restrictivas. Las relaciones entre editores y traductores están reguladas por contrato, que el editor suele tener ya impreso para demostrar claramente al traductor (o autor) su escaso poder de negociación. El texto es fijo, y varía poco de un editor a otro. En Italia y otros países los contratos de traducción con editoriales contienen una cláusula que, con mayor o menor precisión, indica:

Si el editor, según su opinión incuestionable, considerara que el trabajo del traductor es inadecuado, podrá rechazarlo total o parcialmente, negándose a efectuar el pago acordado.

Si fuera necesario, según opinión incuestionable del editor, corregir el trabajo del traductor, su coste se cargará al traductor. Si se considera necesaria la retraducción, el trabajo del traductor no se pagará.

Control de calidad. El control de la calidad de las traducciones editoriales se rige por el mismo principio: la opinión del editor (que con frecuencia refleja la del jefe de redacción) tiene un valor infinito, y la del traductor ningún valor en absoluto. Cuando no se trata de textos completamente cerrados y especializados (véanse las unidades anteriores), en cuyo caso no pueden ser objetivamente erróneos porque la relación signo-objeto es rigurosamente unívoca, en la mayoría de los casos la opinión sobre la calidad de una traducción es arbitraria. La literatura traductológica contiene algunos criterios de evaluación de la traducción, pero los editores tienden a no tenerlos en cuenta y a ceñirse a consideraciones puramente comerciales. Tal como indica Fawcett3, el producto final está mayormente modelado por los editores. Esto suele conducir a una traducción domesticada, en la que se eliminan los aspectos más novedosos o menos habituales. Puesto que, normalmente, el conocimiento del editor de la lengua y la cultura de origen es inferior al del traductor, las correcciones se adecuan a los criterios de legibilidad en la lengua de destino4. Para ellos, lo más importante es que una traducción se pueda leer de manera fácil y fluida. Por esto, los traductores que tienen un mayor conocimiento metatraductivo y que están formados en el aspecto teórico, además del práctico, suelen abandonar la confrontación con el editor con cierta dosis de frustración.

 

BIBLIOGRAFÍA

CANETTI ELIAS Die gerettete Zunge. - Die Fackel im Ohr. - Das Augenspiel, München, Carl Hanser Verlag, 1995, ISBN 3-446-18062-1.

CANETTI ELIAS Historia de una vida. Traducciones de Genoveva Dieterich, Juan José del Solar y Andrés Sánchez Pascual. Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, 2002.

FAWCETT P. Translation and power play, en The Translator, 1.2, 1995, p. 177-192.

MUNDAY JEREMY Systems in Translation: A computer-assisted systemic analysis of the translation of García-Marquez, Ph. D. thesis, Bradford, 1997.

VENUTI LAWRENCE The Scandals of Translation: Towards the Ethics of Difference, London - New York, Routledge, 1998, ISBN 0-415-16930-5.


1 Canetti 1999: 256.
2 Venuti 1998: 31-66.
3 1995:189.
4 Munday 1997: 170.


 



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