" Después de este último fragmento onírico despierta, presa de los más penosos sentimientos. Sin embargo, su sueño no es sino una realización de deseos de carácter masoquista, y podríamos interpretarlo por la ideas siguientes: Me estaría muy bien empleado que mi hermano realizara ahora esa venta, en la que salgo perjudicado".
En Internet podemos encontrar otro recurso de gran importancia, los diccionarios en línea, que han evolucionado a partir de los diccionarios en CD-ROM. La mayor diferencia es que se necesita una conexión más o menos permanente para acceder a ellos. Si se cuenta con conexión ADSL o de fibra óptica, que suministran acceso permanente a Internet, toda la red mundial se puede considerar como un instrumento de trabajo tan accesible como el diccionario que tenemos sobre el escritorio.
Existen ventajas respecto al uso de CD-ROM, por ejemplo, en cuanto a la obsolescencia. Mientras que el CD-ROM contiene la fotografía sincrónica de una etapa precisa en el estudio de una fase determinada de la evolución de una lengua, es decir, "congelada" y descrita, el diccionario en línea ofrece la ventaja de sus actualizaciones en tiempo real (que nos llegan al ordenador sin necesidad de esperar a nuevas ediciones). Además, si bien es cierto que una conexión permanente tiene un coste económico, también lo es que no hace falta adquirir el diccionario, ya que en su mayoría las consultas son gratuitas.
Por otra parte, quienes carecen de tecnologías avanzadas y se conectan a Internet mediante una línea telefónica convencional (con módem tradicional), pueden anotar en un archivo o una hoja de papel todas las consultas que deban hacer, y una vez acumulado un número determinado, conectarse para realizar todas las consultas de una vez, reduciendo el tiempo de conexión a unos pocos minutos.
La ventaja de la actualización permanente tiene también su reverso: el texto impreso suele ser más preciso, ya que antes de invertir tiempo y dinero en una publicación en papel, tanto el autor como el editor se esforzarán por obtener un producto aceptable. Como todos sabemos, cualquiera puede publicar una página en Internet (siempre que no infrinja la legislación nacional o internacional), aunque carezca de asesores, redactores o editores. Por ejemplo, si yo decidiera publicar en la web un diccionario de metalurgia —un campo en el que mi ignorancia es absoluta— recogiendo material de aquí y de más allá, sin duda lo tendría listo en poco tiempo y acumularía una cantidad de datos notable, pero, ¿quién garantizaría la calidad de mi producto? Yo sería el primer desconfiado.
En las publicaciones tradicionales en papel hay que distinguir entre los editores fiables y los que no lo son tanto; con las publicaciones en Internet hay que ser todavía más cuidadoso. Muchos de los casos se podrían denominar como "autoediciones", calcando una palabra rusa que se utilizaba en los años setenta para describir un fenómeno editorial aislado. En aquella época, el régimen soviético impedía a muchos escritores publicar sus propias obras, e incluso vetaba la publicación de las obras de muchos autores muertos que se consideraban contrarios a la ideología entonces imperante. Las fotocopias también se consideraban ilegales; las fotocopiadoras eran escasas y todas estaban bajo el control de las autoridades, por lo que también era imposible fotocopiar manuscritos u obras descatalogadas. Dado que los rusos son lectores voraces, buscaron la manera de organizarse para superar las trabas.
Cuando se deseaba hacer circular una novela, la tarea se distribuía entre una decena de personas. Cada una escribía —naturalmente, con una máquina de escribir manual— una décima parte de la novela, intentando realizar el máximo número posible de copias con papel carbón. A continuación, intercambiaban las páginas y formaban varias copias de la novela, que empezaba a circular de manera clandestina, a veces se cambiaba por dinero, a veces como pago en especie o para trueques diversos (por ejemplo, "Te doy ‘El maestro y Margarita’ a cambio de cuatro rollos de papel higiénico"). Este fenómeno recibió el nombre de "samizdat", que significa "autoedición".
Internet amplía y difunde ese tipo de ediciones sin precisión filológica, que por un lado acentúan el carácter democrático de la red, y por otro son un factor potencial de error, imprecisión o escasa fiabilidad. Es necesario aprender a distinguir entre los grados de fiabilidad de las fuentes de Internet y actuar con la debida cautela. No obstante, su valor como recurso no deja de ser enorme.
Empecemos el análisis de los diccionarios en línea con el diccionario Logos (www.logosdictionary.org). Éste se presenta con campos de búsqueda que permiten:
- pulsar en "advanced search" para realizar una búsqueda más compleja;
- pulsar en "professional" si uno está registrado como traductor profesional en el portal Logos. Para registrarse es necesario completar un formulario electrónico, indicando las preferencias de idiomas. Si no se está registrado, se debe pulsar en "professional" y a continuación en "register now". Aparece esta página:
Como se ve, al final del formulario se solicita la introducción de nombre de usuario y contraseña para acceder a la parte profesional del diccionario, en la que, además de consultarlo (algo que también puede hacerse desde el exterior de la parte profesional), en caso de no hallar el trasladante que se conoce, es posible introducir una versión propia en el diccionario Logos. Dicha versión se somete a la comprobación de supervisores expertos, responsables de las diversas áreas lingüísticas del diccionario, que la aprobarán o rechazarán. Cuando una contribución profesional es aceptada e incorporada al diccionario Logos, queda a la vista la fuente del término y el nombre del profesional se suma a la página "credits", en la que aparecen en orden "de mérito" (número de entradas aportadas) las personas que colaboran con el diccionario.
Si se accede a la página Credits, se obtiene lo siguiente:
Esta página permite localizar los reconocimientos de los colaboradores en función de los parámetros:
Además, al pulsar en "all" se accede a la lista de los colaboradores ordenada por número de entradas incorporadas.
Así pues, el diccionario Logos posee una estructura que refleja la organización democrática de Internet: un gran recurso que ofrece información, contribuciones a menudo indispensables para el trabajo, y donde, si se comparte ese espíritu colectivo, uno puede contribuir para facilitar el trabajo de los demás. Todo ello sin que exista ánimo de lucro de nadie, aunque, obviamente, para muchos el uso de tales recursos pueda representar una ventaja económica.
La gigantesca comunidad virtual que representa Internet es, por lo tanto, un "sitio" en el que, gracias a la generosidad inicial de alguien, organismo, institución o individuo, se crea un efecto en cadena que amplía y multiplica los recursos existentes. En la siguiente unidad veremos algunas aplicaciones concretas de dichos recursos.
BIBLIOGRAFÍA
FREUD SIGMUND, La interpretación de los sueños, traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres, Alianza Editorial, ISBN 84-206-1036-4.
FREUD SIGMUND, The Interpretation Of Dreams, translated by A. A. Brill, London, G. Allen & company, 1913.
1 Freud 1900: 151.
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