El traductor es un animal social, porque traducir es comunicar. Es también un animal cultural si, como hemos visto, la traducción se hace de una cultura a otra. En este sentido, quien pertenece a una comunidad, entendida como núcleo social en su acepción más amplia, y debe tratar con personas que no pertenecen a dicha comunidad, se ve obligado a traducir para poder comunicarse desde dentro con el exterior del grupo social. En toda comunidad la comunicación se basa en un altísimo porcentaje de elementos que se dan por adquiridos, en torno a los cuales ésta se produce. Si se iniciara un mensaje a partir de un compendio de todos los datos asimilados, sería interminable.
No obstante, dado que en cada comunidad los datos obvios y asimilados pueden variar, quienes viven dentro de la comunidad y actúan fuera de ella se ven obligados a traducir.
Buen ejemplo de esto sería la película Un extraño entre nosotros1, del director Sidney Lumet. Una mujer policía debe realizar una investigación en una comunidad judía jasídica de Nueva York y, para ello, debe fingirse miembro de ella. Toda la película gira alrededor de los problemas de traducción entre la cultura de la comunidad jasídica y la cultura más amplia de Nueva York.
Si imaginamos el universo cultural como un organismo colosal formado por células, según la metáfora biológica que Lotman tomó de Vernadskij, la traducción es una actividad que se produce a nivel de membrana: la traducción entre el individuo y el exterior sucede en las membranas de las células más pequeñas (individuos), como dijimos en la unidad 35. La traducción entre el interior y el exterior de las comunidades se realiza en las membranas de conjuntos de células (comunidad, familias, grupos sociales, clubes, asociaciones, etc.).
Como se vio en la unidad 17, Lotman se ocupó del concepto de "límite" o "frontera", que representa el elemento de separación entre lo propio y lo ajeno y abre la posibilidad de comunicación mediante la traducción.
Sin embargo, ¿está el traductor en el centro de la sociedad (como agente de la comunicación), o bien en sus márgenes (relegado a la "membrana")?
La de traducción puede ser una actividad solitaria si, en general, debe disponer de instrumentos de comunicación a distancia, como teléfono, fax y correo electrónico. El uso de estos dispositivos se extiende, crecen las posibilidades que brindan las comunicaciones basadas en la informática y, a la vez, disminuyen los costes, con lo cual la distancia física entre traductor y cliente es un factor hace cada vez más irrelevante.
También se puede observar el problema desde otro ángulo: si es cierto que un traductor puede trabajar en el país que le plazca, también es cierto que tendrá dificultades para encontrar trabajo y, por tanto, de hacerse conocido en la sociedad, a menos que cree una red de relaciones sociales2 que le permita darse a conocer como profesional.
La posición del traductor plantea una contradicción: se encuentra en el centro de la sociedad y, a la vez, en sus márgenes. En el centro, por todo lo que hemos dicho acerca de su función fundamental en el sistema de comunicación; en los márgenes porque, por definición, actúa en la frontera entre dos culturas/lenguas. En el centro, porque un altísimo porcentaje de material impreso está constituido por traducciones; en los márgenes porque, en muchos casos, se niega o ignora que son traducciones o, si no se niega, el papel del traductor (y su nombre) rara vez alcanza notoriedad.
Algunos traductores se lamentan de esta situación, pero sería más útil tratar de entender sus causas. Falta una cultura de la traducción, como es evidente, y durante muchas generaciones no hubo instituciones dedicadas a la formación de traductores. Todavía hay gente convencida de que no es necesaria una cultura de la traducción, que la traducción de un texto de ingeniería debería confiarse a un ingeniero, la de un texto literario a un escritor, y así en todos los casos.
Por suerte, los centros universitarios de traducción e interpretación tienen la misma estructura en muchas partes del mundo. Dichos institutos, de acuerdo con la estructura general universitaria, suelen organizarse en un trienio común, al cabo del cual los estudiantes obtienen un diploma de mediador lingüístico, más dos años de estudios subdivididos en tres cursos distintos (traducción técnica-científica, traducción literaria, interpretación de conferencias), al final de los cuales obtienen título en la especialidad.
Las tareas de los traductores se desarrollan de diversas maneras. Existen los traductores empleados en empresas, donde desempeñan funciones de traducción o redacción de documentos en distintos idiomas.
También hay traductores autónomos que realizan actividades dentro o fuera de la industria editorial. La distinción obedece a criterios pragmáticos más que ontológicos.
Los traductores que no trabajan para editoriales, a los que suele denominarse traductores "técnicos" aunque no se ocupen sólo de textos técnicos, están considerados dentro de la categoría de autónomos.
Los traductores que trabajan para editoriales, a los que muchas veces se denomina "literarios" aunque se ocupen de textos ensayísticos o científicos, suelen prestar una colaboración de continuidad bastante variable. Desde el punto de vista fiscal, están equiparados a los autores.
En los dos campos, pero sobre todo en el externo al mundo editorial, existen empresas, pequeñas y medianas, en las que los traductores desempeñan diversas funciones:
- las cooperativas y asociaciones de traductores, que representan la forma de organización más equitativa: los recursos (instalaciones, equipos, capacidad) son comunes y los beneficios se distribuyen proporcionalmente en función de la disponibilidad y la capacidad;
- las grandes empresas de traducción (como Logos, que alberga este curso), que cuentan con traductores externos que prestan su colaboración, e internos, que suelen responsabilizarse de combinaciones de idiomas o sectores determinados;
- las agencias de traducción. Las hay de varios tipos, aunque todas se basan en el mismo principio: el intermediario comercial (entre cliente y traductor) se reserva una comisión, mientras que el traductor recibe una parte (generalmente exigua) de la compensación original.
Existen asociaciones del sector y se otorgan galardones a traductores, pero la mayor parte de la actividad se desarrolla al margen de estos circuitos. Para los propios traductores resulta difícil identificarse con su grupo y, a pesar de que compartan la denominación profesional, hay grandes diferencias en el plano práctico entre un traductor literario integrado en la industria editorial y un traductor de manuales; por lo tanto, el concepto de "defensa de la profesión" tiene un aire bastante abstracto.
Ahora que ya se han sentado las bases institucionales para la educación universitaria de los traductores y se registra una progresión geométrica de la conciencia disciplinaria de la ciencia de la traducción, sólo nos cabe esperar un mejor futuro.
BIBLIOGRAFÍA
LUMET S. Un extraño entre nosotros. Con M. Griffith, Eric Thal - EE.UU., 1992.
ROBINSON D. Becoming a Translator. An Accelerated Course. Londres, Routledge, 1997. ISBN 0-415-14861-8.
1