"Tú seguramente querrías saber más sobre cómo es ella,
y en cambio sólo unos cuantos elementos
afloran en la página escrita [...]"
1.
Hemos visto cómo se desplaza el centro de atención del intérprete según la afirmación de Steiner. El sentido de un texto es fruto de la interacción entre la libertad del texto, que evoluciona con el tiempo, y la libertad del lector.
Estas dos libertades restan mucho peso al arbitrio del dogma interpretativo cuando se trata de una autoridad ideológica que intenta forzar a la gente para que se someta a reglas interpretativas precisas, como en el caso de las religiones, o de una teoría de la interpretación que presupone al texto un significado "genético" al que al lector sólo le cabe desvelar o no.
En cuanto a la libertad de un texto para ofrecer un significado sincrónicamente variado y someterse a una evolución interpretativa diacrónica, esto implica restar importancia al significado intrínseco de cada palabra. Todas las teorías de la interpretación que se fundan en principios tales como el significado intrínseco de una palabra, sus sinónimos o equivalentes o su presunta existencia, tienden a trazar entre las palabras y su significado relaciones de tipo matemático, como igualdades, equivalencias, sumas, restas y multiplicaciones. Esta percepción sustrae a una palabra o frase la libertad de significar otra cosa en función de su situación en un contexto cultural distinto, tal vez no previsto por el autor.
La teoría de la cábala presupone un diseño divino en los caracteres y el lenguaje de la Biblia, en el ámbito de la interpretación conducente a respaldar la visión de la Biblia como un texto compuesto por Dios. Sin embargo, es posible que, aunque imaginando que se comparta la tesis mística de la Biblia como creación divina, podría considerarse tanto o más sobrenatural el hecho de que, tras los milenios transcurridos desde su redacción, la Biblia siga despertando el interés del lector y suscite nuevas interpretaciones de los enunciados que contiene, interpretaciones que, en la mayoría de los casos, no se basan en la lectura en hebreo o arameo, sino en la lectura del texto traducido, que de acuerdo con la cábala debería haber perdido todo interés interpretativo porque la mayor parte de su magia reside en los caracteres de que está compuesto y en sus combinaciones.
En lo que respecta a la libertad del lector, es otro factor que descentraliza el control del significado, tomándolo del autor y esparciéndolo al resto del mundo, a otros cronotopos. Las teorías y prácticas de la interpretación/traducción de textos se está desplazando, gradualmente, del interés por el léxico, el diccionario y las equivalencias, al interés por lo que no se dice en las culturas, por las redes de significado, por la polisemia y por la indefinibilidad del significado último. "No existe la ciencia del sentido, ni la teoría del significado y del efecto, si es que tomamos en serio estas elevadas designaciones"2.
En consecuencia, quienes enseñan el arte de interpretar o de traducir, cada vez coinciden menos con la figura del mago con significados en la galera, con la del Maestro que conoce la entrada precisa del diccionario y la entrada errónea que se debe despreciar, y se comportan cada vez más como geógrafos del sentido que ilustran los vastos territorios explorables y que incitan a no descartar ninguno, a no creer que se ha ido tan lejos como era posible ni que se ha comprendido todo.
Steiner sitúa en el periodo 1870-19403 la revolución cultural que produjo la emancipación de la referencia, es decir, la libertad de entender las palabras no como meras 'equivalencias' de los objetos del mundo extralingüístico. En la fase post-palabra, hay otros elementos que tienen importancia sobre los demás:
Las configuraciones cruciales y los modos operativos de nuestra condición moral, filosófica y psicológica, de nuestra estética, de la interacción formativa entre la conciencia y la preconciencia, de las relaciones entre la economía de la necesidad y del deseo de un lado, y de las limitaciones sociales del otro4.
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Es una fase que Steiner define elegantemente como "epílogo" porque, etimológicamente, significa "otra vez la palabra, sobre la palabra".
Sin embargo, ¿qué nos da el derecho de romper el pacto, considerado válido hasta ahora, acerca de la doble correspondencia entre palabra y objeto? En primer lugar, el deseo de dejar de mentir. Creer que la palabra "rosa" puede tomar el lugar de la flor es un engaño, porque la sustancia tiene verdades inaccesibles que no pueden reconducirse hacia una palabra. Creer esto es impregnar la lengua de falsedad o, como Mallarmé prefería decir, de impurezas5.
Mallarmé va aún más lejos, al afirmar de manera provocadora que la única legitimación y fuerza de la palabra "rosa" radica en que denota "l'absence de toute rose". Nos encontramos en el punto crucial del ensayo de Steiner, porque aquí tenemos que distinguir entre "presencias reales" y "ausencias reales". El tránsito de la fase del logos a la del epílogos parece indicar que una vez fue necesario pensar que cada palabra correspondía a un objeto del mundo "real", y que ahora es necesario pensar que cada palabra sólo corresponde a otras palabras, que
cualquier enunciado en referencia a la experiencia es siempre un 'decir con otras palabras', [...] sólo dentro del sistema del lenguaje poseemos la libertades de la construcción y la deconstrucción [...] en comparación, la realidad externa, que puede ser o no ser, es poco más que inflexibilidad y pobreza bruta 6.
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Por lo tanto, existe una red de palabras con una relación desordenada e inestable entre ellas, sin paridad, sin dependencia de minoría ni de mayoría. Las palabras pueden definirse entre sí de manera aproximada, incompleta y subjetiva, y el conjunto de las palabras intenta mantener alguna relación con el mundo de los objetos, que no es tanto de representación como de supervivencia. Utilizamos las palabras para poder sobrevivir en el mundo de las cosas. En algún caso logramos fijar una convención por la que, sobre la base de las palabras, logramos ponernos de acuerdo con alguien respecto a ciertos objetos del mundo.
Ha sido un utilitarismo manchar el mundo de las palabras reduciéndolas a meros instrumentos de denotación. Sólo liberando al lenguaje del mundo material se puede devolver a las palabras las energías de significación metafísica, es decir, que van más allá del mundo físico. Sólo así sería posible "recuperar para el discurso humano el 'aura', la creatividad ilimitada de la metáfora intrínseca al origen de todas las expresiones."7
También el psicoanálisis, según Steiner, avanza en esta dirección. El complejo de Edipo es también un fenómeno lingüístico. En el psicoanálisis, la prepotente figura paterna amenaza devorar, con su poder físico y moral, la identidad del hijo, hasta tal punto que el desarrollo saludable de éste debe pasar por una fase de supresión (simbólica) o negación del padre, para que el hijo pueda sentir que en el mundo hay espacio suficiente para él y su creatividad. En términos lingüísticos, la figura prepotente (paterna) del discurso amenaza con devorar la inmediatez expresiva (el idiolecto) que nace de nuestros sentimientos, pensamientos y necesidades. Nuestra libido nos impulsa al enunciado anárquico, egotista y creativo; los sueños y la locura, traducidos en arte y poesía, son nuestra manera de tender a expresar nuestro inconsciente hacia el exterior, ese exterior formado por estereotipos ante los que se rebela nuestra revolución del 'epílogo'.
El psicoanálisis busca las causas de la ambigüedad de nuestra expresión y explica por qué los enunciados son polisémicos, dado que pueden (deben) leerse en más de un nivel: la interpretación psicoanalítica, a diferencia de la definición, traduce su objeto a otras traducciones temporales.
BIBLIOGRAFÍA
CALVINO I. Si una noche de invierno un viajero, Traducido por Esther Benítez, Madrid, Ediciones Siruela, 1999, ISBN 84-784-453-X.
STEINER G. Real Presences. Is there anything in what we say?. London, Faber & Faber, 1989. ISBN 0-571-16356-4.
1 Calvino 1998, p. 20.
2 Steiner 1989, p. 83.
3 Steiner 1989, p. 93.
4 Steiner 1989, p. 93.
5 Steiner 1989, p. 95-96.
6 Steiner 1989, p. 97.
7 Steiner 1989, p. 98.