"Ermes Marana soñaba con una literatura toda de
apócrifos, de falsas atribuciones, de imitaciones
y falsificaciones y pastiches"
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Gregory Rabassa, en un breve ensayo subrayado por un fino sentido del humor, nos ofrece algunas indicaciones útiles para eliminar de manera fácil y directa cualquier pretensión de equivalencia en el ámbito de la lengua, incluidos, nos dice, los lenguajes artificiales, como el matemático. Como estamos acostumbrados a pensar que una expresión como 2 = 2 es correcta, no nos damos cuenta de que "el segundo 2 es claramente un pelín más joven que el primero, y que por lo tanto no es igual"2. Es obvio que en este caso Rabassa bromea al asignar importancia a la edad de un signo matemático, al casi descontextualizar al número para introducirlo en un mundo menos científico y más humano.
Actualmente, los matemáticos son más cautelosos al colocar el signo igual entre dos números (aunque, afortunadamente, los contables siguen actuando como siempre) y prefieren la palabra "aproximación" a "equivalencia", lo cual es una confirmación más de que debemos ser cuidadosos al expresar nuestra certeza acerca del significado de las palabras.
En cierto sentido, afirmar que 2 es igual a 2 puede tener sentido desde muchos puntos de vista, lo cual no es sorprendente puesto que los números fueron creados por el hombre en el ámbito de un código isomórfico, es decir, constituido por elementos de forma similar o comparable a la de los demás elementos. Las relaciones entre los números pueden expresarse de maneras diferentes aunque coherentes. Por ejemplo, 3 es el resultado de 2 + 1, de 1 x 3 y de 1+1+1, etc. Los números existen puesto que existen las relaciones entre ellos, por lo que no nos sorprende que 9 : 3 sea 3, ya que 3 + 3 + 3 es 9.
Las palabras, por el contrario, fueron y siguen siendo creadas y alteradas de manera libre y espontánea, y su contenido semántico varía en función del tiempo, el espacio, los individuos y las culturas. Por lo tanto, es infructuoso cualquier intento de encerrarlas en rígidos formatos de significado o de utilizar estrategias pseudomatemáticas arriesgadas para afirmar que "correr = caminar + rápidamente". Inexorablemente se nos presentan series de enunciados que contradicen esa supuesta equivalencia: "correr un riesgo", "correr un velo", etc. Por no hablar de los atletas que participan en pruebas de marcha, que caminan rápidamente pero nunca corren.
A diferencia de los números, las palabras no sólo expresan el significado de un objeto, sino también la actitud del hablante hacia él. "Una metáfora no es más que la metáfora de un objeto, o en ciertos casos, de otra palabra"3. La comparación implícita presupone una manera peculiar de expresar el objeto indicado, no una expresión "neutra" del mismo.
Muy acertadamente, Rabassa recuerda un pasaje de Los viajes de Gulliver en el que, en la Academia de Lagado, se resuelve el problema del margen de incomprensión de una manera muy original, aunque poco práctica:
El otro proyecto era un plan para abolir por completo todas las palabras, cualesquiera que fuesen; y se defendía como una gran ventaja, tanto respecto de la salud como de la brevedad. [...] Se ideó que, siendo las palabras simplemente los nombres de las cosas, sería más conveniente que cada persona llevase consigo todas aquellas cosas de que fuese necesario hablar en el asunto especial sobre que había de discurrir. [...] muchos de los más sabios y eruditos se adhirieron al nuevo método de expresarse por medio de cosas: lo que presenta como único inconveniente el de que cuando un hombre se ocupa en grandes y diversos asuntos se ve obligado, en proporción, a llevar a espaldas un gran talego de cosas [...] Otra ventaja que se buscaba con este invento era que sirviese como idioma universal para todas las naciones civilizadas, cuyos muebles y útiles son, por regla general, iguales o tan parecidos, que puede comprenderse fácilmente cuál es su destino4.
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Swift, como de costumbre, al fingir que habla de otros tiempos y lugares, levanta su dedo acusador contra la sociedad y la cultura en la que vive y es cáustico en su juicio sobre los problemas de la descodificación de las palabras. En realidad, sólo la presencia simultánea de autor y traductor, junto con el objeto que el texto quiere expresar, podría contribuir a la eliminación de las posibles incomprensiones de la expresión verbal, aunque también con ellas parte de la riqueza polisémica del enunciado.
En el caso de los académicos de Lagado, el triángulo interpretativo formado por objeto, interpretante y signo del prototexto debe tener un vértice común con el respectivo triángulo interpretativo del metatexto: el vértice del objeto.
Doble triángulo de la traducción según la hipótesis de los académicos de Lagado.
En el caso de nuestra realidad, los dos triángulos se enfrentan y el único vértice que no comparten, pero que tienen muy próximo, es el del signo, por el que pasa el acto interpretativo y, después, el traductivo.
Doble triángulo de la traducción en la realidad externa a Los viajes de Gulliver.
Rabassa nunca cita el interpretante, pero el concepto está implícito en todo el artículo. Él habla de las palabras que expresan "perro" en distintas culturas, del desprecio de la cultura musulmana por dicho animal (sólo con nombrarse adquiere connotaciones negativas), acerca de las connotaciones peculiares de cada cultura, no sólo nacional sino también individual: no hay más que pensar en los distintos interpretantes de "perro" para dos personas de las que una haya tenido en la infancia una importante relación afectiva con los perros, y otra, por ejemplo, haya sido mordida por uno de ellos.
Borges, con el fin de subrayar la ineptitud de las palabras, propuso a uno de sus traductores que no tradujera lo que decía, sino lo que quería decir. La propuesta es claramente irónica, puesto que la intención comunicativa del autor no es nunca transparente ni obvia (sería demasiado fácil).
Dado que, según Rabassa, al escribir el autor no hace más que elegir la metáfora que mejor se acomoda al sentido de lo que desea expresar, y puesto que, evidentemente, las metáforas no tienen nada de científico ("oro", por ejemplo, puede usarse como metáfora de color, de riqueza, de brillo y quién sabe de cuántas cosas más, por lo que no existe isomorfismo en la red de metáforas posibles), el traductor tiene ante sí la difícil tarea de reconstruir abductivamente el proceso que impulsó al autor a utilizar determinadas metáforas y de comprender su presunta intención comunicativa.
Es frecuente que los dichos populares, los proverbios y otras expresiones semejantes también incluyan metáforas. Rabassa cita el dicho «Out of sight, out of mind»5, cuyo equivalente en español es "Ojos que no ven, corazón que no siente", pero cuya traducción literal sería "Fuera de la vista, fuera de la mente". El intento de traducir la expresión al japonés mediante un programa informático dio como resultado una frase aproximada a "Recluso en un manicomio". Sin duda, "Fuera de la vista, fuera de la mente" también podría significar eso, pero la metáfora activada por el traductor no es la misma que la que la implicada por el autor y, por lo tanto, se produce un grave problema de comunicación.
BIBLIOGRAFÍA
CALVINO I. Si una noche de invierno un viajero, Traducido por Esther Benítez, Madrid, Ediciones Siruela, 1999, ISBN 84-784-453-X.
RABASSA G. No two snowflakes are alike: translation as metaphor, en The Craft of Translation, de John Biguenet and Rainer Schulte, Chicago, Londres, The University of Chicago Press, 1989, ISBN 0-226-04864-3, p. 1-12.
SWIFT J. Gulliver's Travels, 1726, en The Writings of Jonathan Swift, Nueva York, Norton, 1973, ISBN 0-293-042839, p. 1-260.
1 Calvino 1998, p. 170.
2 Rabassa 1989, p. 1.
3 Rabassa 1989, p. 1.
4 Swift, 1726 (1973), p. 158-159.
5 Rabassa, 1989, p. 7.
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