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16 - Literalidad (primera parte)

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«[...] pues no se asemejaba a las onomatopeyas escritas más habituales, todas ellas fiadas a la aspiración de la consonante»1.

"[...] for it was nothing like the customary (written) onomatopoeias, all of which rely on the aspiration of the consonant"
2.

"El significado descriptivo y más obvio de la palabra, de un escrito, de un texto": así era como Dante definía la "letra" hace setecientos años.
  Esta definición sintética y antigua nos dice más acerca de la literalidad, tal vez mucho más, que los millares de páginas escritas desde entonces sobre el asunto. Pero será mejor comenzar por el principio. Entre los estudiosos, mayormente del pasado, la palabra
3 "literalidad" ha sido (y sigue siendo) muy utilizada. Además, en este caso es necesario establecer si se trata de una palabra definible con precisión y si, por lo tanto, puede emplearse en un debate científico.
  Dante sugiere, en primer lugar, que la "letra" es el significado "más obvio" de una palabra. La "obviedad" es una cualidad muy sensible al contexto y al sujeto que la utiliza. Una pregunta puede considerarse "obvia" si la persona que responde cree que la respuesta es clara, elemental, que puede expresarse con certeza y sin dificultad. Sin embargo, se plantean preguntas "obvias", lo cual significa, evidentemente, que para la persona que pregunta la respuesta no es obvia en absoluto.
  Así pues, el significado literal será obvio para algunos y menos claro para otros, de donde surge un primer problema.
  Otro motivo por el que la palabra "literal" no es muy fiable es por lo que dice Dante a continuación: "de la palabra, de un escrito, de un texto". En todos estos casos, alguna interpretación puede ser "literal", pero no siempre el significado de una palabra, de un escrito o de un texto completo coincide plenamente. Antes bien, con frecuencia el significado más obvio de una palabra es el menos obvio dentro de un cotexto. Un texto no se elabora con un juego de bloques, sus componentes no pueden considerarse inmutables, no es posible desmontarlo, ni separar sus piezas según forma y color y después reconstruirlo. Las piezas del gigantesco juego de construcción que es el lenguaje natural tienen características totalmente distintas: no tienen forma, consistencia, color ni aspecto precisos. El lenguaje natural es anisomórfico.
  La polémica sobre la literalidad, o más bien el uso polémico del adjetivo "literal", no es nueva. A algunas traducciones se les ha reprochado su excesiva literalidad para rebajar su valor y para culpar a culturas distintas de la propia (a la que se considera parámetro de lo "justo") de materialismo.
  En los inicios del cristianismo se suscitaron polémicas acerca de la "justa" interpretación de la Biblia. La escuela helenista observaba con suspicacia la interpretación hebraica de la Biblia, al considerarla demasiado literal y atribuir dicha literalidad a la incapacidad de los intérpretes judíos de ver las escrituras desde una dimensión espiritual. Según el criterio helenista, los judíos eran materialistas en exceso y se atenían demasiado al significado "corpóreo" de los textos bíblicos. Por el contrario, los helenistas preferían una interpretación alegórica. Desde esta perspectiva, si las escrituras contienen elementos demasiado vulgares o crudos, es obvio (¡volvemos al concepto clave de la literalidad!) que no deben interpretarse literalmente (lo sagrado no puede ser vulgar ni material), sino en clave alegórica.
  Recordemos que por "alegoría" entendemos una figura retórica, en la que una palabra refiere a un sentido más profundo y oculto. La etimología griega de la palabra evoca el sentido de "hablar de otra manera". En el periodo helenista, por lo tanto, existía una dicotomía implícita de literalidad/alegoría, y la literalidad se definía, por contraposición, como significado no alegórico.
  El hecho de que existiera un grado distinto de literalidad entre las dos escuelas, la de Alejandría y la de Antioquia, no se sacaba a colación, aunque representara un argumento más. Dicha opinión se enmarcaba en la percepción de lo foráneo como lo peor. Esto nos devuelve a la dicotomía léxica de los términos hebreo/judío, que era necesaria para confundir las cosas y marcar diferencias entre el origen de la Biblia, indiscutiblemente hebreo, y su pertenencia a un pueblo después llamado "judío" con la intención de desacreditarlo al máximo –al asociarlo no con la Biblia sino con Judas, el traidor de Jesús–, al igual que a sus exégetas modernos, incapaces de elevarse sobre la mera literalidad del texto sagrado por ser incapaces de toda espiritualidad.
  Con este criterio discriminatorio, la interpretación histórica de los hechos bíblicos se considera totalmente literal y deplorable. La Historia corresponde a los humanos, no a lo divino, un hecho que los "judíos", evidentemente, no tenían muy presente.
  Sin embargo, ni siquiera de estas controversias, basadas en presuntas diferencias culturales, puede uno obtener una visión coherente de la literalidad, porque se nos enseña que la escuela hebrea tampoco predicaba una interpretación literal de las escrituras. Se trataba, en todo caso, de un tipo distinto de iliteralidad.
  La mayor diferencia respecto a los métodos helenistas de interpretación utilizados en el midrash, "el método exegético o iliteral de los rabinos"
4, reside en el hecho de que los rabinos tomaban en general fragmentos aislados, no textos completos. Con esta perspectiva, la presunta literalidad judía consiste en que, en lugar de basarse en el concepto de "texto", lo hacía en la noción de "escritura", para utilizar la expresión del Dante. Sin embargo, en ninguno de estos casos puede hablarse de "palabra". Veamos algunos ejemplos:
  En Éxodo 17.8 está escrito: "Entonces vino Amalec". Según los rabinos Joshua y Eleazar Hisma, el versículo debe interpretarse en un sentido alegórico: cuando los judíos se alejaron de la Tora, el enemigo cayó sobre ellos
5. No se trata de una interpretación literal, como se puede apreciar con claridad.
  En Éxodo 17.9 dice: "Mañana yo estaré sobre la cumbre del collado", pero según el rabino Eleazar, la cumbre (rosh) indica las acciones de los padres y el collado o cerro las acciones de las madres.
  Tal vez la mayor literalidad de la exégesis hebrea, comparada con la helenista, resida en que a veces la primera tiende a destacar la importancia de la letra o palabra aislada, mientras que la segunda no lo hace; por otra parte, les habría resultado muy difícil actuar de otra manera, puesto que la crítica helenística se refería a textos bíblicos traducidos al griego.

  

BIBLIOGRAFÍA

LONGXI Z. Cultural differences and Cultural Constructs: Reflections on Jewish and Chinese Literalism, in Poetics Today, 19:2, Tel Aviv, the Porter Institute for Poetics and Semiotics, Summer 1998, p. 305-328.

MARÍAS J. Negra espalda del tiempo, Punto de lectura, 2000 (edición original de 1998), ISBN 84-663-0007-7.

MARÍAS J. Dark Back of Time, New York, New Directions, 2001 (traducción de Esther Allen), ISBN 0-8112-1466-4.

WOLFSON H. A. The Philosophy of the Church Fathers, vol. 1, Faith, Trinity, Incarnation, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1956.


1 Marías 2000, p. 42.
2 Marías 2001, p. 35.
3 "Palabra" y no "término". Para poder definirse como "término" debe cumplir ciertas normas de precisión e inequivocabilidad técnica. Veremos al final de la exposición si esto se habría producido.
4 WOLFSON H. 24, citado en Longxi.
5 Longxi, p. 312.





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